SEMIÓTICA DEL TATUAJE EN PEREIRA.
Desde la semiótica los fenómenos culturales
guardan una memoria colectiva. Esta memoria “conforma un mecanismo
supraindividual de conservación y transmisión de ciertos comunicados y de
elaboración de otros nuevos”.
Nelson E. Alvares, María de la Luz
Sevilla(2002)
El siguiente
escrito es el resultado de una micro investigación de orden etnográfico que
durante varios meses sirvió para el análisis de la práctica del tatuaje en la
ciudad de Pereira, realizándose un trabajo
de campo que consistió en primer lugar, haciendo entrevistas
semi estructuradas a sujetos tatuadores, además de la recolección de
información en zonas con mayor
concurrencia y presencia de personas tatuadas en bares y en particular, la
calle 24 con carrera 6ta, lugar donde los fines de semana es frecuentado por
mujeres y hombres jóvenes de distintos grupos y estratos socio económicos que se
concentran para compartir, beber, hacer
vida social y consumir alucinógenos, situación tolerada por las autoridades
policiacas y la ciudadanía en general.
Las prácticas
y significados del tatuaje tiene hoy
otras concepciones en lo que se
refiera a las representaciones, imaginarios, formas y lenguajes que configuran
un giro en la subjetividad, tanto en los sujetos jóvenes tatuados, como de las
personas mayores que aun mantienen sus prejuicios en contra de esta forma de arte, ya
constituida en parte de las expresiones, la
moda, la visión de mundo, la
sensualidad del cuerpo, las preferencias y
privacidad de los gustos en los
jóvenes Pereiranos. El tatuaje es un
signo de identificación individual, pues ya no puede hablarse categóricamente
de grupos o tribus que usen de manera exclusiva, el tatuaje como parte de sus
ideas o de sus acciones que reconozcan
un colectivo en general, el tatuaje no tiene hoy un perfil de público
determinado socialmente.
La imagen en
el cuerpo es utilizada con frecuencia en representaciones figuradas o abstractas
a manera de recuerdos, sucesos o situaciones íntimas. Para Walter
Maya por ejemplo “el tatuaje llega
a mi vida como una forma de manifestación de rebeldía ante mi familia y mis
compañeros de trabajo en esa época, la elección de mis tatuajes empezó como un
proyecto para recorrer todo mi cuerpo a partir de una simbología universal que
es la de los dragones. Escogí para mi dos primeros tatuajes, este mítico ser me
fascino desde la infancia, por todo el poder que han encerrado, elegí dos representando así, una dualidad muy
marcada en mi vida que es la del bien y el mal”.
El tatuaje ya
no es una señal de identificación de personas marginadas, de delincuentes o de
colectivos sociales específicos asociados a esta forma de arte como los
rockeros, los punk, ahora ésta práctica se ha articulado a la dimensión
estética del cuerpo, pues deportistas,
modelos, actores y actrices, estudiantes profesionales, cantantes y personas
prestigiosas le han dado otros usos,
elevando el tatuaje a representaciones simbólicas propias de las experiencias, recuerdos, vivencias
intimas de cada personaje, o sólo por gusto desprevenido del tatuado que se
desprende de cualquier discurso trascendental, o estatus social.“ Los tatuajes míos nunca han sido así como
muy representativos o que simbolice cosas muy importantes, de pronto ha sido
más por el gusto a las caricaturas, ha sido un gusto muy superficial.” ‘El
Teacher’.
Es decir que
el tatuaje no solo en Pereira sino en todo los contextos, ha cambiado las
maneras de uso e interpretación y precepción, incursionando en ámbitos y grupos
sociales de la ciudad, pero continúa exponencialmente siendo una práctica
atrayente para los jóvenes como una expresión artística y estética de sus
pensamientos, su forma de vida y su manera de estar y de pertenecer al mundo, hace
parte de las expresiones cotidianas urbanas, rompiendo con paradigmas sociales
tradicionales que estigmatizan el uso del tatuaje, pasando de ser una marca de
grupo a una imagen simbólica que como
distintivo identifica y diferencia a cada individuo.
“Según la historia antes la gente se tatuaba, lo hacía artesanalmente, era gente que no le
importaba mucho el aspecto social, el qué dirán, en algún tiempo era frecuente
verlos en las personas que estaban en la
cárcel o la gente de las pandillas, de los barrios, pero cuando empezó hacerse
de manera profesional y artística, todo eso fue cambiando; por ejemplo, la
mayoría de nuestros clientes son profesionales, se tatúan padres de familia,
médicos, enfermeras, abogados, deportistas. Ya no hay tabú, ni rechazó, sólo la
de los de otras generaciones, los
abuelos y los padres siguen con los pensamientos de ahora tiempo. Los
profesionales de ahora son jóvenes, y ya lo ven desde otro punto de vista” ‘El Teacher’.
De esta
manera, se percibe el tatuaje como una forma de camuflaje, una experiencia que
permite al sujeto mantenerse y adueñarse de un espacio social al que quiere
pertenecer, pues el grupo permite, como ya las experiencias humanas y la
historia han venido repitiéndolo, la supervivencia. Esto es, una manera de
mantenerse protegido, de considerarse un sujeto que no está solo en el mundo
sino que en medio del grupo se asegura un privilegio en la sociedad. Una manera
concreta de perpetuar esa protección, es con un símbolo imborrable en su piel.
En semiótica
de una práctica cultural: El tatuaje”, Nelson Eduardo Álvarez y María de la Luz
Sevilla, escriben: “La decisión de
tatuarse no es producto de una táctica forzada o instituida, es el resultado de
una decisión personal, que es inducida mediante prácticas semejantes en
condiciones particulares”(2002) y de esta forma se habla de una identidad
colectiva, categoría que permite sustentar las ideas de los sujetos que han
sido objeto de estudio en este trabajo. Para ellos, la historia personal de
vida influye de manera profunda y directa en la necesidad de crear una
identidad junto a un grupo social. Además, las marcas en sus cuerpos, responden
a situaciones y experiencias que marcaron sus vidas, en temas relevantes como
la muerte, la separación de la familia, los amigos, etc, cada uno de ellos
representados con figuras mitológicas, animalescas, geométricas, de guerra y de
juego. La representación simbólica y el profundo contenido psicológico de un
tatuaje, no siempre se da de manera consciente, como se evidencia de manera
clara en el testimonio de Carlos Caro: “Entonces por
lo menos la estética tenia gran influencia en esta decisión, muchas de las
personas que llegue a tatuar incluso venían a mí y me decían: Me quiero tatuar
pero no sé qué hacerme. ¿Usted qué me
recomienda? ” .
En otro aspecto de este análisis, es preciso dar el
reconocimiento de la connotación que tiene el acto en sí de tatuarse por tener
un signo en su cuerpo, situación que sólo puede comprenderse con el
conocimiento del contexto en el que se desenvuelven los sujetos. Es decir, para
llegar a una explicación concreta de aquello que las personas dejan sin nombre,
pues el no tener una razón para hacer una marca en su cuerpo responde al hecho
de no detallar los aspectos de su vida que lo llevan a esto, tendría que
conocerse ciertos aspectos del contexto cultural en donde el sujeto actúa. Sin
embargo, se puede retomar el concepto de la psicología que se aproxima a dos
hipótesis respecto a la causa que lleva a las personas a tatuar su cuerpo:
Identidad y Duelo.
Ambas categorías permiten comprender una de las
experiencias de los sujetos en la búsqueda de enfrentarse a las diversas crisis
que atraviesa en su vida. El tatuaje se convierte en un medio tangible y que
concreta la realización de un duelo, definido por Freud como “la reacción frente
a la pérdida de una persona amada, o de una abstracción que haga sus veces,
como la patria, la libertad, un ideal, etc. No se considera un estado patológico, se lo supera pasado cierto
tiempo y juzgamos inoportuno y aún dañino perturbarlo." De tal manera, el
tatuaje como el medio que simboliza aquél momento determinante en la vida de
cada sujeto, repercute significativamente en la manera de afrontarlo. En el
caso de Carlos caro, cuando habla de las causas de la realización de su
tatuaje, se evidencia una crisis psíquica relevante en un momento de su vida: “Cada
uno de los elementos de mi tatuaje está relacionado de forma directa o
indirecta con mis experiencias de vida, con estos eventos, y por la importancia
de los lazos familiares y emocionales que he tenido hasta ahora”.
Aquella descripción que responde a un comportamiento
adolescente, época de grandes cambios y de una necesidad de oponerse frente a
las realidades del entorno, a su vez demuestra una crisis de identidad y de
cambios, de rupturas y de desapegos que terminan en la búsqueda de una
identidad opuesta a las imposiciones sociales y culturales.
Como
síntoma social, surge aquella dicotomía entre el bien y el mal, un asunto que
involucra de manera directa la moral y la ética y que se convierte en una representación
de aquello que hace parte de la cultura católica-cristiana, evidenciada cuando
Maya expresa su escogencia de dos dragones, argumentando que representa “así una dualidad muy marcada en mi vida que
es la del bien y el mal,” un concepto
que deja entrever la trascendencia que tiene para él, el asunto de la
imposición moral, la rebeldía y los conceptos inherentes al bien y el mal.
Además, se enfrenta sin saberlo, a una situación singular
que responde a la categoría de la virilidad. Esto se deduce de la simbología de
la figura: un dragón, que a su vez refleja una inclinación por las simbologías
mitológicas y que se relaciona con la cultura de Grecia, Escandinavia y
Oriente. La figura como tal, se puede ver de manera más generalizada en el sexo
masculino, teniendo en cuenta la cantidad de detalles que incluye y en muchas
situaciones, la magnitud de éste, teniéndose que tatuar en un tamaño grande,
aspecto relevante cuando se habla del dolor que se padece cuando se somete al
cuerpo a este procedimiento.
Carlos Maya incluye otros aspectos culturales que son de
gran significado para el análisis semiótico de sus tatuajes: “Cuando decidí inmortalizar la imagen de los
dragones en mi piel, les otorgué una mística a ellos, influenciado por mi signo
zodiacal (géminis), idealicé la imagen del bien y del mal en mis brazos.”
Aquella
atribución astrológica que influye en el comportamiento del sujeto, se puede
leer desde la visión antropológica que se hace del tatuaje, en una perspectiva
que se le atribuye a una “expresión milenaria o de folklor de una sociedad, de
una época o de grupos sociales, marginados y / o tradicionales. “En la culturología, también se pretende
dar cuenta de los tatuajes como una “práctica cultural, desde una perspectiva
que permite generalizar el método de análisis” donde entran en juego las
condiciones de producción y recepción de los tatuajes, es decir, “su inserción
dentro de la sociedad.” Por ello, al tratar de comprender la naturaleza del
tatuaje desde la visión cultural, en este caso remite a una fundamentación a
partir del movimiento de los astros, actitud que se ve enmarcada en un contexto
que atribuye razones a la predicción y al destino.
En un
contexto amplio, el tatuaje se entiende como una práctica que evidencia un
cambio, una búsqueda, una razón que responde a situaciones de la vida de cada
sujeto y que pretende hacer tangible aquellas actitudes, comportamientos,
momentos que constituyen de manera relevante una situación particular de cada
persona. Aunque en casos particulares, el sujeto no conoce los motivos por los
cuales se tatúa, es cierto que aunque de manera inconsciente, el acto tiene un
significado profundo y que conecta de manera directa las experiencias de su
vida.
Bibliografía
Alvares E. Nelson Sevilla de la Luz María
(2002). Semiótica de una practica cultural: El Tatuaje. Escuela Nacional de
Antropología e Historia. México D.F.
Vergara,
Viviana. El tatuaje: Un Fenómeno Social. Real Academia de la Lengua Española
Por:
Andrea
Montoya
Carolina
Franco
Nancy
Rivas
Andrés
Ospina
No hay comentarios:
Publicar un comentario